MANCO INCA - 2
MANCO INCA - 2
AMBICIÓN
SIN LÍMITES
Pronto se reavivó en los españoles su sed
incontrolable por más oro, pues habían enviado gran parte del botín a España.
Pocas semanas después, tomaron prisionero a Manco Inca, encerándolo
engrilletado y le exigieron un cuantioso rescate. Manco Inca que vio un trato
similar al que habían dado a Atahuallpa, pensó que también había llegado su
fin. Ordenó difundir la noticia por todo el imperio, pidiendo que enviaran el
oro y plata que pudieran reunir para salvarse.
Finalmente logró un acuerdo con los hermanos
Pizarro, quienes lo soltaron recibiendo a cambio un cuantioso tesoro.
Francisco Pizarro partió hacia Lima, dejando en el
Cusco a sus hermanos. Gonzalo Pizarro quedó muy resentido por no haber recibido
de Manco Inca la misma cantidad de oro que su hermano. Esperó la oportunidad de
cobrar su venganza y aprovechó una fiesta que hacía Manco Inca para sus
invitados y se presentó con sus hermanos Hernando y Juan siendo recibidos
con benevolencia y regocijo. Terminada la fiesta, cuando todos se retiraban,
aprovechó para apresar una vez más a Manco Inca.
Una vez más Manco Inca fue apresado, a pesar de las
amenazas que lanzó a los Pizarro. Lo amarraron con cadenas del cuello y pies
exigiéndole más oro y plata y a su hermana la coya Kura Ocllo para mujer de
Gonzalo Pizarro.
La servidumbre de Manco Inca, el Villa Oma y Tizoc,
jefe del ejército incaico, increparon fuertemente a los hermanos Pizarro por el
trato que estaban dando al Inca, diciendo “¿Qué os ha hecho este hombre? ¿Así
le pagáis la buena obra que os hizo en meteros a su tierra contra nuestra
voluntad? ¿No recibisteis grandes cantidades de oro de nuestro señor en
Caxamarca y aquí en el Cusco? ¿No os dio el mejor trato en todo su viaje de
Caxamarca aquí al Cusco? ¿No se fue a recibir a seis leguas de aquí en
Xaquixaguana?
Gonzalo Pizarro rechazó las palabras del Villa Oma
amenazándolo y exigiendo traer el rescate en oro y plata en la brevedad
posible.
Finalmente llevaron un cuantioso botín,
principalmente en plata, y cuando quisieron soltar al Inca, Gonzalo Pizarro los
detuvo exigiendo primero que le entregase a su hermana, la coya que había visto
días antes.
Manco Inca les entregó una joven muy hermosa, pero
notaron que no era la que habían visto. Les entregó a varias mujeres más, de
las 20 que tenía y ninguna los convenció. Finalmente, llamó a una mujer muy
hermosa llamada Inguill que era en realidad la servidumbre principal de su
hermana y esta si convenció a los españoles. Entre todos se abalanzaron sobre
ella, abrazándola y besándola, antes sus gritos de espanto y desesperación. Finalmente,
Manco Inca impuso su autoridad y la obligó a irse con los hermanos Pizarro.
En señal de agradecimiento por el oro y plata
recibidos, además de la bella Inguill, Gonzalo Pizarro invitó al Inca y su
corte a una gran fiesta y comida en su casa, según dijo en señal de la amistad
entre los dos, que ahora si debería durar por muchos años.
FELIPILLO
Cuando Almagro llegó al Cusco desde Lima, también llegó a la capital inca Felipe de Guancavilca
o Felipe de Poechos, más conocido como Felipillo.
Había aprendido el español al estar en
contacto con Pizarro y su gente desde su primera llegada a las costas de
Tumbes. Volvió con él a Panamá e inclusive había estado en Sevilla, España. Era
pues uno de los pocos nativos que conocía plenamente las dos realidades: la
incaica y la española.
Manco Inca tuvo contacto con Felipillo y esté
le fue informando poco a poco de la real situación de los españoles y sus verdaderas
intenciones en el Tahauntinsuyo.
Habiendo tomado conciencia Manco Inca que los
españoles no eran en realidad enviados de los dioses, sino todo lo contrario,
comenzó a elaborar su estrategia. Conocedor de las rencillas entre los
pizarristas con Almagro, convenció a éste que en el Sur de Chile podía
encontrar importantes riquezas. Como siempre, la ambición nublaba a los
españoles y Almagro presuroso salió hacia Chile con sus hombres. Manco Inca le
facilitó el apoyo de su hermano Paullo Túpac y de Felipillo, quienes lo
acompañaron en su viaje.
Días después de la partida de Almagro,
convocó Manco Inca con disimulo a los representantes de todas las regiones del
imperio y les habló sobre estos hijos del diablo que habían llegado de tierras
extrañas, habían saqueado sus templos, violando a sus hijas y hermanas y
socavado toda la autoridad y orden del imperio.
Les dijo que había llegado la hora de tratar
de dar solución a este problema acabando con estos personajes perversos devolviendo
el orden y justicia al imperio. Les dijo también que no se preocupen de Almagro
y su gente pues Paullo Tupac tenía instrucciones precisas de mover contra ellos
todos los pueblos de las tierra del sur.
Los orejones allí reunidos, le brindaron todo
su apoyo, instándolo a salir cuanto antes del Cusco para reunirse y dar cumplimiento
s sus planes.
Pocos días después, Manco Inca hizo una de las
fiestas más importantes del año, en la que se horadaban las orejas y se les
asignaba un nuevo nombre a los jóvenes, algo así como la confirmación de los
cristianos. Manco Inca se presentó a la fiesta con sus atuendos reales y con un
gran cetro de oro macizo y sus acompañantes llevaban cetros de cobre y de
plata. Eran más de mil jóvenes que se iban a rebautizar.
La fiesta se realizó en las faldas del cerro
Anauarque y en cierto momento, los españoles se alborotaron acusando a los
indios de querer rebelarse. Sacaron sus espadas y se abalanzaron sobre los
cetros que llevaban los jóvenes. No lograron quitar a Manco Inca su cetro de
oro, pues estaba bien resguardado por su guardia personal.
Finalmente, todos los jóvenes se amontonaron
alrededor de Manco Inca, llorando y gimiendo, diciéndole: “Sapay Ynga ¿Qué
gente es esta que tienes en tu tierra, que no se contentan con tanto oro y
plata como le has dado y por fuerza nos han quitado nuestros yauris (cetros) de
plata? Nos han quitado con amenazas, de lo cual recibió gran pena, diles que
nos los vuelvan y que les baste ya la plata y el oro que le hemos dado”.
Al regreso de Hernando Pizarro de España, el trato
hacia el inca había mejorado, aunque en los días siguientes, siguieron las
amenazas, principalmente de Juan Pizarro que exigía más oro. Manco Inca les
trajo algunas estatuillas de oro, para lo cual tenía que salir de la ciudad.
La situación en el Cusco se hacía insostenible y
había que definir quienes apoyaban al inca y quienes decididamente se plegaron
al bando de los conquistadores. Muchos nobles incaicos se pasaron a las filas
de los españoles, algunos por los ofrecimientos recibidos y muchos otros de
condición social inferior, tenían el deseo de vengarse de los incas o conseguir
un mejor rango social plegándose a sus nuevos amos.
Manco Inca veía que cada día su inseguridad en el
Cusco era más precaria, teniendo un justificado temor de ser asesinado.
Ante las exigencias de mayores tesoros, Manco Inca
pidió a los españoles que le dejasen salir de la ciudad para ir a Calca, en el
valle de Yucay, para cazar y asistir a una ceremonia en homenaje a su padre
Huayna Capac. Les ofreció traer de regalo una estatua de Huayna Capac en oro
macizo y en tamaño natural. Esto convenció a los hermanos Pizarro quienes, y aunque
con algún recelo, lo dejaron salir.
Manco Inca se dirigió a Calca el 18 de abril de
1536, miércoles de Semana Santa. En Calca, reunido con sus generales y el Villa
Oma se dirigió a ellos diciendo:
“Por
vida buestra que pues sienpre me aveis mostrado tanto amor y deseado darme
contento, en éste me le deis y sea que todos juntos, asy como estais, os
conçerteis en uno y enbieis vuestros mensajeros a toda la tierra, para que de
aqui a beinte dias esten todos en este pueblo sin que dello entiendan nada
estos barbudos, e yo enbiare a Lima a Queso Yupangui, mi capitan, que gobierna
aqulla [sic] tierra, a avisarle que para el dia que aqui dieremos sobre los
españoles, dé él alla con su gente sobre los que alla aviere, y haziendonos a
una él alla y nosotros aca, luego los acabaremos syn que quede ninguno y
quitaremos esta pesadilla de sobre nosotros y holgarnos hemos”220. “Yo estoy
determinado de no dejar cristiano a vida en toda la tierra, y para esto quiero
primero poner cerco en el Cuzco; quien de vosotros pensare servirme en esto ha
de poner sobre tal caso la vida; beba por estos vasos y no con otra condición”
CUSCO: CIUDAD SITIADA
Manco Inca que todo este tiempo había tenido
contactos secretos con los nobles y con el Villa Oma, se reunió con ellos en
Calca, les explicó lo que estaba pasando y ordenó que vayan por los cuatro
Suyos a reunir las tropas y toda la gente que pudieran y esperaran sus nuevas
órdenes.
Al Chinchaysuyo envió al Villa Oma, Collas, Osca,
Coriatao y a Taupi para que traigan toda la gente posible. Al Collasuyo fue LIiclli
con muchos otros capitanes. A Condesuyos envió a Suradaman, Quicana y Suri
Vallpa y al Andisuyo a Rompa Yupanqui con sus capitanes.
El mando militar del ataque al Cuzco fue
encomendado a Inguill, hermano de Manco Inca, pero de madre cañari y lo
acompañarían en el mando Villa Oma y Páucar Guarnan.
En esta forma, posiblemente se pretendía conseguir
el apoyo de los contingentes armados de cañaris que se encontraban en el Cusco.
También dispuso capturar vivo a Hernando Pizarro, decía “para hartarlo de oro”.
Se decía que pensaba echarle oro fundido por la boca.
En Calca, ya rodeado con las primeras tropas que
iban llegando, ordenó a Quizu Yupanqui preparar con sus hombres la marcha hacia
Lima, donde esperaría órdenes para atacar en forma conjunta las ciudades de
Cusco y Lima y acabar de una vez por todas con estos barbudos que habían creído
inicialmente que eran Viracochas y en realidad eran hijos del diablo.
Al ver que Manco Inca no regresaba, el 29 de mayo
los Pizarro enviaron tropas a Calca en busca del Inca, pero al llegar, no
lograron cruzar el río, siendo rechazados por las tropas incaicas. Manco Inca
se había acantonado en una zona muy rocosa y accidentaba donde los caballos de
los españoles no pudieron maniobrar libremente.
De regreso al Cusco, informaron lo que habían visto
y los hermanos Pizarro con los españoles y negros que estaban con ellos, resignados
a la nueva situación, se prepararon para la defensa de la ciudad.
Por la noche las tropas de Manco Inca rodearon la
ciudad, ocupando los cerros y a la mañana siguiente, sábado 6 de mayo de 1536,
los españoles vivieron un amanecer de terror, al escuchar los pututos y la
gritería de más de cien mil hombres que sitiaban la ciudad. Dice Pedro Pizarro
en sus crónicas que de día las tropas incaicas eran tan numerosas que por los
cuatro suyos llegaban hasta el horizonte y en la noche los cerros parecían cubiertos
de estrellas.
Por la parte de Carmenga que da hacia Chinchaisuyo
entraron Coriatao, Cuillas y Taipi cerrando esta parte con la gente que traían.
Por la parte del Condesuyo que es hacia Cachicachi entraron Huaman Quilcana y
Curi Guallpa con sus tropas, ocupando mas de media legua, todos muy bien apertrechados
y en orden de guerra.
Por la parte del Collasuyo entraron Llicllic con
sus capitanes y un gran número de tropas y por el Andesuyo hicieron su ingreso
Antallca y Rompa Yupanqui cerrando en esta forma el cerco a la ciudad. Todos
los pueblos aledaños, sus graneros y reservas de alimentos fueron quemados para
cortar el abastecimiento de los españoles
El Villa Oma mandó emisarios a Calca para informar
al Inca que la ciudad estaba sitiada y preguntar si iniciaban el ataque para
terminar con los españoles. Manco Inca les mando decir que los dejase a los
españoles con esa congoja y sufrimiento, así como a él lo habían hecho sufrir,
hasta su llegada. Todos esperaron al Inca que debía dar la orden de atacar. La
orden de Villa Oma a las tropas fue que nadie se mueva de su sitio bajo pena de
muerte hasta la llegada de Manco Inca quien daría las órdenes.
El 5 de mayo se inicio el ataque al Cusco. No se
sabe con precisión cuantos hombres logró reunir Manco Inca pues las crónicas
hispanas, producto del temor, siempre exageraron el número. Las cifras varían
entre quince mil y ciento cincuenta mil guerreros, a los que se habían sumado
un grupo de eficientes flecheros campas, machiguengas y piros llegados de la
selva. Los españoles no pasaban de doscientos, a los que habría que sumar unas
tres mil indios “amigos” y aliados que se encontraban en la ciudad.
La lucha inicial fue calle por calle. A los pocos
días, muy de mañana los españoles montaron en sus caballos y trataron de huir,
siendo perseguidos por las tropas incaicas. El Villa Oma se había posesionado
de la gran fortaleza del Cusco llamada Saxaguaman, inicialmente en manos de los
cañaris aliados de los hispanos, donde llegaron los españoles y se libró una
feroz batalla. Una de las piedras tiradas desde la fortaleza causó la muerte de
Juan Pizarro.
Fortaleza de Sacsayhuaman desde donde sitió Manco Inca con su ejército
la ciudad del Cusco en mayo de 1536.
Hernando Pizarro
forzó a los españoles a seguir combatiendo con gran fiereza y a la madrugada
del día siguiente, al ejército incaico se le acabaron las flechas y galgas que usaban
para defenderse. Un capitán incaico, de nombre Titu Cusi Huallpa, más conocido como
Cahuide cubría las partes altas de la fortaleza combatiendo con gran fiereza y
heroísmo, protegido por una coraza de hierro que había quitado a los hispanos.
Desesperado forzaba a sus huestes a seguir luchando en los torreones, pero las
municiones se les acababan. Finalmente, se envolvió en su manto y antes de caer
en manos hispanas, se tiró al vacío, muriendo con gran heroísmo.
Al final del tercer día, abandonaron la fortaleza y
se replegaron para reabastecerse. Los dos bandos habían perdido muchos hombres
después de encarnizados combates. En las huestes incaicas murieron luchando dos
hermanos de Manco Inca llamados Inguill y Vaipai, junto con muchos de sus
hombres, como también muchos chachapoyas y cañares que lucharon bravíamente.
A los 21 días de iniciado el ataque, los hispanos tuvieron
un respiro, pues de acuerdo con sus creencias religiosas el ejército inca dejó
de combatir, hasta dentro de siete días en un nuevo plenilunio.
Manco Inca y sus mandos militares, estaban reunidos
en Calca y Yucay evaluando los resultados y planificando las nuevas acciones.
Muerto Inguill, Manco Inca tomó personalmente el
mando de las operaciones militares, iniciando el segundo asalto a la ciudad.
Intentaron retomar la fortaleza de Sacsayhuamán, pero fue imposible. La
guarnición de cincuenta hombres comandada por Tomás Ortiz, con el apoyo de un
importante contingente de indios cañaris logró rechazar los ataques.
Gonzalo Pizarro logró salir hasta Jaquijaguana en
busca de provisiones y Hernando Pizarro se dirigió a Calca, intentando la
captura sorpresiva del inca, pero fue rápidamente rechazado. Los hispanos
comenzaron con nuevas tácticas, matando a todas las mujeres que encontraban,
pues servían de apoyo al ejército incaico y cortaban la mano derecho a todo
indio capturado.
En la luna nueva, hubo un nuevo descanso en las
acciones, las que se reiniciaron con mayor fiereza en el mes de Julio.
Comentarios
Publicar un comentario